¿Se puede jugar sin perder el rumbo? Claro que sí

El juego puede ser una fuente de emoción y entretenimiento, pero, sin control, puede convertirse en algo perjudicial. ¿Cómo lograrlo?

El control empieza con la planificación
Ponete un tope antes de comenzar y no lo cruces. No se trata de frenar la diversión, sino de protegerla.

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Emociones bajo control
La adrenalina puede jugarte en contra. Si estás en una buena racha, genial, pero eso no justifica seguir sin parar.

Si ya no te hace bien, poné un alto
Si notás que el juego interfiere con tu vida personal, hacé una pausa. Detectar señales de advertencia es un acto de responsabilidad.

El juego no define tu valor
Jugar debería ser un hobby, no una obligación. Esa mentalidad te protege del desgaste.

Un buen jugador es el que sabe cuándo parar.